
A finales del siglo XIX comenzaron a darse las primeras señales de un
cambio de actitud frente a los problemas sociales. Sin embargo, el tema social
había sido instalado en la opinión pública chilena a mediados del siglo XIX, en
la voz de la “Sociedad de la Igualdad”, lugar en el cual Santiago Arcos y
Francisco Bilbao elaboraron una serie de críticas a la situación de la
desigualdad en Chile. El tema de las diferencias sociales y de la extrema
pobreza era ya candente desde aquel entonces.
La
Iglesia, particularmente a partir de la Encíclica Rerum
Novarum, denunció las condiciones de vida y trabajo inhumanos en
que se debatían los sectores populares europeos. Este llamado de alerta fue
tomado en nuestro país por algunos católicos que comenzaron a
denunciar las condiciones de vida de los trabajadores, ya que la situación de
los sectores más pobres del país, durante todo este siglo, no había preocupado
ni a los gobiernos ni a la clase dirigente.
Durante
la segunda mitad del siglo XIX se produjo un lento proceso de emigración
campo-ciudad, que se acentuó a fines del siglo y se dirigió también hacia las
salitreras.
Esta
emigración tuvo como motivación fundamental la búsqueda de trabajo y de mejores
condiciones de vida que las del campo. Las ciudades de Santiago y, en menor
proporción, las de Valparaíso y Concepción, fueron los centros de atracción de
los inmigrantes.
Las
ciudades, que no contaban con condiciones de urbanización adecuadas, comenzaron
a recibir un flujo constante de población que se hacinó de cualquier manera y
provocó una serie de problemas que constituyeron la antes mencionada cuestión
social.
Las primeras organizaciones obreras
Los
graves problemas que afectaban a los sectores obreros, los impulsaron a crear
las mutuales o sociedades
de socorros mutuos a
mediados del siglo XIX. Estas primeras organizaciones obreras nacieron al
margen de la relación obrero-patrón, obrero-Estado y del quehacer político. Su
preocupación fue el obrero, su familia y sus condiciones de vida. De este modo,
las mutuales se preocuparon de brindar a sus afiliados distintos servicios de
carácter educacional, de salud y económicos: médico, farmacia, vivienda,
escuela nocturna y biblioteca, combatían el alcoholismo y ayudaban a las
familias cuando algún miembro de ella fallecía y no tenían los medios
económicos para cubrir el gasto de los funerales.
Para
lograr sus fines, el obrero se afiliaba a una mutual y aportaba con una pequeña
cuota, que era el dinero que financiaba y posibilitaba la actividad de ayuda
que se había propuesto.
Ya a
principios del siglo XX, surgen las Sociedades de Resistencia con un claro
ideario anarquista. No creían en la acción política, sino que practicaban la
llamada “acción directa”, principalmente a través de la organización de
huelgas.
Posteriormente,
en la zona salitrera, surgieron las mancomunales que, si bien no se
diferenciaron objetivamente de las mutuales, dieron por primera vez al
movimiento obrero una cierta organización. Pero tendría que llegar el año de
1909 para que surgiera la primera organización sindical moderna, al nacer la
Federación Obrera de Chile, FOCH, que en 1917 se transformó en una federación
sindical con un contenido político de clara orientación socialista.